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14 de marzo de 2013

Iglesia desde abajo



Ayer, como saben, asumió al cargo de Pontífice número 266 de la Iglesia Católica el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco. Luego de la renuncia de Joseph Ratzinger, la Iglesia Católica necesitaba decisiones rápidas ante la llegada de la Semana Santa. A mí el tema me resulta singular, pues tras la salida de Benedicto XVI, en aparente discordancia con el rumbo actual de los poderes detrás del papado, las fichas debía alinearse a un sentido. Revisando el inventario de fieles en el mundo, América Latina será el gran nicho de descanso de la Iglesia Católica; pues es centro de devota tradición pastoral y dota al Vaticano de fieles y seguidores. Incluso los niveles de seminaristas en España ha tenido un leve crecimiento del 2,3% en relación al período anterior. Es evidente que Roma está buscando mejores horizontes y mantener sus cifras en verde, ante la proliferación de comunidades religiosas separadas en este lado del mundo.

Fuera del tema estratégico y político, en las últimas horas tras el anuncio del nuevo Pontífice, han aparecido posturas extremas sobre el pasado de Bergoglio. Lamento que situaciones de este tipo hagan confundir a la gente que observa el funcionamiento de la Iglesia como institución. OJO: no amparo ni disculpo los horribles crímenes realizados por las cabezas de la Iglesia durante estos siglos: secuestros, asesinatos, violaciones y asociaciones oscuras con divisiones extremistas de poder son evidentes en la historia. Lo que lamento es que, desde la cabeza, se dañe el corazón de quien forma en verdad el factor de Iglesia: el fiel.

Provengo de una familia con reciente interés por el catolicismo. Mi madre, en esta recta de su vida, se acercó a Dios y le entrega su tiempo y esfuerzo ayudando a jóvenes parejas que buscan el matrimonio como misión en la parroquia del barrio donde nací. Ella es consejera matrimonial y catequista de adultos desde hace más de diez años. Mi padre, fiel a mi madre y a la idea de pareja, se sumó a esta tarea un poco después y va de retiro en retiro en compañía de personas que buscan una solución o una palabra de aliento. Incluso yo, tan desnucado como puedan creer, he pertenecido algo de tiempo a partes activas del Catolicismo durante unos cuantos años, apoyando en agrupaciones adolescentes y juveniles.
Ahora, ¿por qué el resumen? quiero exponer un punto divisor y claro respecto a mi visión de Iglesia, tal cual aprendí: me duele, muchas veces, cuando la gente tergiversa la jerarquía de una institución como LA IGLESIA CATOLICA – llena de recutecos y pasadizos morales oscuros – y la añade a quienes, desde abajo y de manera desinteresada, proponen una idea de cambio basada en el amor.

Hay miles de chicos en el mundo que participan en las misiones, madres que colaboran con la organización de una comunidad y varios otros millones que otorgan su tiempo y sapiencia en apoyo a otros, sin esperar un sol o una recompensa económica diferente. Hay una gran base en la pirámide de la Iglesia que es movida por el amor, indistintamente de los intereses de un cardenal. Millones de personas que son tocadas por el Espíritu Santo, Siddartha o qué se yo… una energía abrumadora que los empuja hacia el lado del amor. Hay millones de almas en este momento entregando su vida al otro, pese a tener otras cosas que hacer o dedicarse a lo que nuestros ojos puedan llamar “algo más productivo”. No hablo de la estructura teológica de la Iglesia, sino de aquella con sandalias y cero presupuesto monetario que da fe del valor del ser humano: la esperanza, la caridad, la colaboración… esas virtudes no son celestiales, sino humanas. No me refiero a quien se golpea el pecho tras una perorata aprendida desde los 5 años y respuestas predecibles durante la paraliturgia, en la que algunos se ponen en piloto automático para pasar piola. Hablo de gente que, en verdad, es buena y se sintió tocada.

Hay figuras silenciosas en la Iglesia Católica – como en todas las religiones – que pasan por fuera del radar de las altas esferas de la institución más dictatorial del mundo. Por eso prefiero separar ambas cosas: La Iglesia paquidérmica e institucional que altera la idea de divinidad para encajar en facciones políticas y sociales; y la otra que está cerca a uno, sin interés de lavar el cerebro o robar el 10% de lo que ganas. El sentido de IGLESIA debe cambiar de lo estructural a lo espiritual.

El amor es el arma más potente que tiene el ser humano… lo dicen desde los Beatles hasta Jesucristo. Si la institución que predica seguir la figura del Hijo de Dios – querido troll, abstente de comentar sobre teología en este punto porque no viene al caso en este artículo – se aparta del camino para saciar la sed de poder en otros, no discrimines al resto de la comunidad que sí se aferra al flaco de 33 años. Hay gente buena en el mundo que busca revalidar la figura que muchas autoridades eclesiásticas han tirado al suelo apañando crímenes contra el ser humano. Nada más te pido que diferencies las facciones: el pueblo de Dios – bis con el request al troll – no tiene derecho a votar sobre quien está encima en este status quo religioso, pero hay muchos que no apañan ese tipo de historias y no ven el tema RELIGION CATOLICA en sus actos, sino la fe en los ojos de la gente y con ganas de dar ayuda y amor a quien le falte. Seamos francos en esto: no nos gusta la directriz de la Institución como tal, pero el amor entre los hombres “no se mancha”, parafraseando a Maradona.