Nota: es un artículo publicado en la edición 25 de la revista VelaVerde, cuando era colaborador ahí. El título fue reemplazado por Ley Antiporno 2.0 en la edición final por otras personas, pero prefiero usar el que coloqué en el escrito original.
El proyecto de “Ley de Protección del Menor de Contenidos Pornográficos en Internet”, propuesto por el congresista Omar Chehade y otros miembros del nacionalismo, busca bloquear por defecto el acceso a contenido adulto en la web. Los usuarios que deseen acceder a esta información deberán solicitar el desbloqueo a la empresa que brinda el servicio. Significa que si una página web aloja o distribuye un contenido que pueda resultar ofensivo y grosero a un menor de edad, podrá ser bloqueada al infringir la norma.
Estamos, sin duda, ante un nuevo intento legislativo para ejercer control sobre nuestra libertad en Internet. El proyecto contempla la creación de la Comisión de Protección al Menor de Contenidos Pornográficos en Internet (COPROME), un mix de representantes de ministerios y entidades públicas, que someterán a evaluación varias páginas que propongan contenido inapropiado para menores. Significa que este sacro organismo monitoreará terabytes de porno y malabares amateurs para lograr tan sublime tarea.
Me parece ridículo el enfoque que la “ley Chehade” plantea. Para empezar, menciona “casos de éxito” en esta materia; aplicados bajo regímenes totalitarios como Arabia Saudita, Cuba, Irán y otros bastiones dictatoriales. En el caso de Reino Unido, el tema está en abierto debate nacional y se están evaluando otras salidas al problema. En el Perú, el poco fomento a la seguridad online es la excusa perfecta para la intromisión estatal en esta materia. En lugar de promocionar - junto a los proveedores de servicio - las herramientas de control parental y dinamizar la configuración sencilla de un monitoreo de la actividad web de los chicos, se prefiere poner a todos en la condición de “potencial enfermo sexual”.
No quiero malos entendidos. La pornografía infantil es un delito internacional, y toda información que lleve a desarticular estos peligrosos vínculos debe ser recogida. Los contenidos para adultos tienen un cariz distinto. Muchas investigaciones médicas y científicas utilizan gráficas fuertes. Simplemente busca en YouTube alguno de los videos de Gunther von Hagens y dime si eso encaja con un perfil pornográfico. Yo lo considero educativo e interesante. No es para que lo vea un niño de 10 años, pero un adulto puede sacar valiosa información de este tipo de publicaciones.
Nadie discute la necesidad de proteger a nuestra niñez de estos parajes oscuros de la Internet, pero es más valioso enseñarle a un país su identidad virtual y fomentar campañas de monitoreo a los contenidos de los chicos. Suponer que sesgando toda la pornografía disponible en Internet remediaremos este problema, es agarrarnos de idiotas. Si estas interesado en proteger la navegación de tu hijo, siéntate con él y conversa. Asesórate con tu proveedor de Internet sobre filtros gratuitos y seguros para un browsing sano. Pon la PC de tu casa en la sala o en un lugar visible. Aprende y enseña. No le demos motivo a una legislación antojadiza a sesgar nuestras libertades. Pensar así es usar una lógica peligrosa, como “para evitar que un niño se enferme, hay que matarlo”. Sé que es más barato prohibir que enseñar, pero no olvidemos que tenemos una identidad en la web, con nuestros propios riesgos y responsabilidades. No porque sea “cosa de geeks” implica que mires a otro lado cuando se vulneran derechos primarios.
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