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28 de octubre de 2013

Steve Wozniak, el reinventor de la simpleza

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La vida es un conjunto de eslabones que toman sentido cuando vemos hacia atrás y observamos la amalgama de cada momento. La correcta sucesión de hechos, anécdotas y fracasos generan historias memorables; en las que el héroe no es quien vence la batalla final, sino quien nunca encuentra su batalla final. Luego de escuchar a Steve Wozniak el pasado viernes 18 de octubre en el Swissotel de Lima, pude entender que observar con detalle los aspectos más simples podremos establecer ideas revolucionarias.

Wozniak siempre fue curioso. Le llamaba la atención cómo a través de secuencias numéricas, los transistores podían enviar cierto tipo de actividades y órdenes. “Me encantaba la ingeniería cuando era joven. Me fascinaba la idea de aprender matemática densa y crecí entre personas que basaban su aprendizaje en libros y fórmulas. Me gustaba la objetividad y la perfección con la que la ingeniería se acercaba a la solución de problemas cotidianos. Incluso con los intentos y fracasos, uno crecía”. El Woz creció en una época en que las computadoras se alojaban en cuartos enormes y costaban millones de dólares, por lo que el acceso a esta tecnología era algo muy restringido. Un niño no tenía la manera de conocer este tipo de desarrollo por su cuenta. “Tenía 10 años cuando me enteré que varios unos y ceros podían ser ordenados como lo hacemos de cero a nueve. En un mundo binario no había números largos, sino simple lógica. Desarrollamos mucho sentido lógico y práctico, casi como un nuevo nivel de matemáticas. Mi sueño era hacer que todos tuviesen acceso a este tipo de sistema lógico de funciones”.

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Casi de la nada, Steve aprendió lo que debía aprender de la tecnología de ese momento. Su naturaleza autodidacta lo llevó a salir del cuadro y enfrentarse a la escasez de recursos educativos para la formación de ingenieros que pensaran en un mundo digital, en una época en que la tecnología de consumo masivo era un proyecto más. “Los teletipos y las computadoras de esos años costaban el doble de lo que cuesta un auto hoy, y eran equipos que no encajaban en el trabajo del hombre ordinario. Observando un manual encontré que la arquitectura de estos equipos respondía a ese esquema binario y me pregunté ¿podría ser capaz de enseñarme a desarrollar contenido para este tipo de estructuras? No había libros ni librerías especializadas y la ciencia de la computación era casi como ciencia espacial. Me tomó mucho tiempo y fallas, hasta que mi padre me alcanzó un libro con la descripción del funcionamiento de los chips. Era más que sistemas lógicos sobre papel, y fueron reemplazados rápidamente por nuevos chips que ya no alojaban dos 1/0 sino 4 1/0. Cada dieciocho meses los chips tenían la misma manufactura, pero eran más eficientes. Me senté y redefiní mi diseño. Me escabullía en librerías lejos de mi casa para leer todo lo que pudiera sobre esta nueva tecnología, pero no tenía el dinero para comprar esa nueva tecnología. Diseñé mi concepto una y otra vez, usando en cada intento menos partes y ahorrando chips para cada propósito. Estaba orgulloso de esa técnica, me encantaba hacerlo”.

En la Universidad de Berkeley, encajó inmediatamente en el desarrollo lógico de sistemas y el diseño de esquemas de trabajo, pero nunca abandonó el lado disruptivo. “Un amigo logró conseguir un duplicado del cuarto de computadoras de la universidad, así que a la medianoche llegábamos a prender los nuevos modelos de IBM y desarrollaba mis programas durante las madrugadas. Cada avance lo apuntaba en un pedazo de papel para que nadie supiera que estuve usando ese ambiente. Hacia algo bueno, pero hubiera sido catalogado como malo por salir de lo ordinario. Para mí, la computación debería ser usada para educar y no para dejar un equipo apagado”.

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El humor se convirtió en parte importante del desarrollo de su carrera. “Siempre me gustó saber un poco más que el otro en el campo de la electrónica, pues me permitía jugar con alguien más. El humor siempre ha sido fundamental en mi vida; pues, al ver hacia atrás, la asociaba directamente a la creatividad. En el humor debes contar una historia, y saber que a palabra que usas al final debe tener una dirección clara para hacer reír. Es hacer pensar a las personas de una manera diferente, casi como pensar fuera de la caja. Por ese tipo de perspectiva, un amigo me recomendó conocer a Steve Jobs, quien también era un tipo disruptivo y que vivía fascinado con la tecnología. El único problema que tuvo Jobs para convertirse en ingeniero es que me conoció a mí, y yo era muy bueno en eso”. A pesar de no tener una base de electrónica avanzada como la de Wozniak, Jobs tenía un manejo técnico de las capacidades de la tecnología. En esas primeras reuniones, buscaban maneras de “salir de la caja”. Entre juegos, desarrollaron un equipo que enviaba impulsos sonoros a través de una línea telefónica para hacer llamadas internacional gratuitas. “Yo lo diseñé, pero Steve Jobs se lo vendió a varios estudiantes del campus. Ese patrón se repitió varias veces”, recuerda Woz.

Es imposible no notar la pasión con la que Wozniak habla de tecnología. La manera en que levanta los ojos, abre los brazos y dice “Dios mio” luego de ver un producto tecnológico, evidencian una absoluta humildad creativa. Si bien es cierto la asociación con Apple es inseparable, Woz tiene absoluta libertad para ser un referente de la tecnología, siendo muy crítico con algunos lanzamientos de la compañía que cofundó. Ha tenido palabras de elogio para diferentes empresas competidoras, como Nokia, Microsoft, Google y otras tantas. El respeto por la competencia remarca ese rastro de curiosidad impulsiva, que lo llevó a superarse por años. La moraleja de Wozniak en este punto es: “no se puede hablar de la competencia si no se ha probado su producto. La evolución tecnológica supone la adaptación de dispositivos a los nuevos hábitos de la gente, y no podemos obviar esa condición en nuestra línea de trabajo. La competencia tiene virtudes enormes, una aproximación distinta a la nuestra. Hay que valorar el esfuerzo que hay detrás de cada intento, para nutrir nuestra expectativa y nuestra visión en base a ese resultado”.

Casi toda la historia desglosada por Steve Wozniak, durante su ponencia magistral en la conferencia organizada por la Corporación Ekos, ha tratado del engranaje perfecto entre capas de nuestra vida para lograr una visión. Casi como el ensamble de los diferentes componentes de una placa madre y la interacción de los productos asociados por slots a esa placa. Curiosidad, conocimiento, capacitación, humor, lógica, pasión, iniciativa, marketing, evolución, análisis del comportamiento, filantropía, causa y efecto. Wozniak ve la vida como un circuito integrado, en que cada conjunto encadenado de acciones genera una consecuencia que se añade a nuestra experiencia de vida para alimentar lo que somos. La clave es sincerar nuestra capacidad y saber rescatar lo valioso de cada experiencia de vida. Wozniak es la eterna manzana verde del árbol, aquella que se aferra al árbol que lo nutre a pesar de los años. Es la manzana que no se deja morder y que, por el contrario, da la mordida primero. Simplemente, es el Woz.

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