Hoy Gustavo dejó el uniforme de piel humana para ser parte de la leyenda que nuestras mentes diseñaron. Tuve la ocasión de verlo dos veces en vivo, durante temporadas de dolor me encerré a escuchar el "Siempre es Hoy", mientras el malestar pasaba. Ya lo extrañaba desde el día en que no despertó más. Hoy nos duele a todos, porque nuestra voz es parte del eco que sus oídos percibieron por años, porque todos formamos ese gran coro de frases complejas, ridículas, obscenas y melancólicas. Hoy nuestras manos no solo lo aplauden, sino lo palmotean en la espalda antes de partir, diciendo "naciste para esto". Es posible que sintamos una brisa fresca en unas horas, y será el mismo Cerati dando las gracias por tus oídos. La música impacta en el espíritu, la tristeza en el cuerpo. Adiós, genio.
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4 de septiembre de 2014
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