En el texto de la revista VelaVerde de esta semana no aparecieron los signos que acompañan al texto original. En el blog he puesto el texto y los signos tal y como debieron ir en la edición impresa.
Cada vez más seguido escucho estas expresiones paternales de orgullo y sorpresa: “mi hija de dos años desbloquea mi celular” o “mi bebé ya sabe cómo buscar sus jueguitos en el iPad”. A ellos, nadie les dijo que el botón ► le permite reproducir una imagen, o que ■ la detiene. Estamos, evidentemente, ante un plano diferente al que nosotros – hablo de personas de 30 años hacia arriba – tuvimos en nuestros años de estímulo temprano. Como generación previa, tenemos una responsabilidad directa sobre el impacto tecnológico en nuestros hijos, pero ¿estamos realmente preparados para instruir y corregir en este campo?
La masificación de la tecnología responde a la mayor capacidad humana de asimilarlas. Los libros fueron masivos cincuenta años después de la imprenta. La radio esperó treinta años, la televisión 25 años, la conectividad IP algo de diez, y los Smartphones demoraron un poco más de 5 años. Las Tablets se masificaron en año y medio. Hoy, lamentablemente, muchos padres no consiguen adaptarse a este vértigo de consumo y caen en un desfase generacional, dejando a los hijos desprovistos de criterio y rodeados de sobre-estímulo tecnológico.
El temor que produce este desfase, es pensar que nuestros hijos están creciendo mal. Por el contrario, hay varios estudios que revelan un estado natural de interacción con el mundo a través de la tecnología. Heather Kirkorian, profesora en estudios de desarrollo humano y familiar en la Universidad de Wisconsin, aclara que las pantallas táctiles pueden tener un uso potencial para la educación de los bebés, incluido en el habla. “Los niños que están interactuando con la pantalla mejoran mucho más rápido, cometen menos errores y aprenden a un ritmo más acelerado. No los convertimos en genios, sólo los ayudamos a tener un poco más de información”, menciona la especialista.
Para lograr esto, nuestra responsabilidad generacional es estar preparados para guiar al niño por ese camino. Partamos por el hecho que no hacerle mucho caso al argumento de “nativos digitales” o “migrantes digitales”. La tecnología es abrumadora para cualquiera, pero el aprendizaje es por imitación. Mientras más involucrados estemos con la tecnología y generemos una actitud reflexiva en casa respecto al tema – como la droga, la ley y otras discusiones morales -, nuestros niños podrán usarla más rápido. La tecnología se hace cada vez más dócil y, bajo esa premisa, nuestra capacitación debe ser permanente. “Nadie nació sabiendo”, decían las abuelas. Y sigue siendo verdad.
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